21 marzo 2011

Madrid-San Remo

Me refugié en el Iphone. Es lo que tienen las nuevas tecnologías. Te conectas desde cualquier sitio y en cualquier momento. Buscas un lugar para evadirte, para no pensar. Y que mejor que la app del Marca. Información en proceso de desahucio. Navegué por las noticias de ciclismo y me detuve en una que hablaba sobre Óscar Freire y la posibilidad de que ganase su cuarta Milán-San Remo. Siempre me ha caído bien el cántabro. Un sprinter en tierra de escaladores. Además, su cara se asemeja a la de mi primo J. y eso siempre me ha hecho gracia.

Miraba la foto de Freire, pero en realidad tenía ganas de llorar. Acaba de huir. ¿Un acto de cobardía? No, tal vez la única salida. A veces uno tiene que salir por pies, sin mirar atrás. Escapar del barco antes de que se hunda contigo dentro. Porque un naufragio es irreversible.

Y los naufragios se ven venir. Te pasas meses en calma, creyendo que tu barco navegará siguiendo el rumbo, capeando los pequeños temporales con solvencia y hasta crees que las canas de tu pelo son las propias de un capitán de barco al que ya no hay tormenta que pueda pararle, pero no es así.

Un buen día, las cuatro nubes que siempre rondan el barco se apelmazan y se vuelven negras. Y se desata la tempestad. Y cuando te quieres dar cuenta ya tienes el agua al cuello. Y es entonces cuando llega el momento de huir…

Esto ocurrió el viernes por la noche. Ahora es domingo, casi lunes y ni Freire ni yo hemos conseguido terminar el fin de semana como esperábamos. Él acabó en el puesto 94 y yo vuelvo a estar amarrado en el puerto, estudiando mis cartas de navegación para dar, de una vez por todas, con el rumbo correcto.



Beady eye - Kill for a dream