25 mayo 2006

El último póster

En mi cuarto de Segovia, en el de toda la vida, sólo queda un póster. Tiempo atrás hubo otros que mostraban la belleza de mi ciudad, los colores de mi equipo de fútbol favorito o el atractivo de la actriz de turno, pero ahora, que ya me calzo casi 30 tacos, en mi habitación sólo uno ha sobrevivido a eso que llaman madurez. En él aparece un ciclista en pleno esfuerzo, un hombre que trepa por una carretera descarnada en busca de la cima del puerto, un deportista que exprime su cuerpo para demostrar que el ser humano es capaz de superar cualquier barrera…

Pedro Delgado ha sido el único ídolo que he tenido en mi vida. Es segoviano y más que por sus victorias en el Tour o en la Vuelta me conquistó por su manera de conseguirlas. Ganaba, sí, pero siempre mantenía intacta su condición de ser humano y eso le hacía especial. Era un genio despistado, un deportista atípico, un ciclista capaz de perderse por las calles de Luxemburgo antes de dar comienzo el Tour o de lanzar un ataque cuando parecía que se iba a descolgar del grupo de favoritos. Así era Perico, imprevisible.

Perico

Recuerdo que en el Tour de 1988, el que ganó, descubrí por primera vez el significado de la palabra dopaje. Un error de los laboratorios franceses levantó una sospechosa duda sobre su rendimiento y le acusó de tomar una sustancia dopante para mejorar su rendimiento. La posterior investigación demostró la inocencia de Delgado, pero dejó para siempre una sombra en la brillante victoria del segoviano. En aquel momento creí ciegamente en la inocencia de Perico y me convencí a mi mismo de que sólo se dopaban los tramposos, los que no podían alcanzar la victoria por sus propios medios. Tenía entonces once años y sentí, aunque tímidamente, como se tambaleaban algunas de mis creencias.

Ayer, cuando me levanté, la radio puso contra las cuerdas muchos de mis ideales de juventud. Una actuación de la Guardia Civil, denominada ‘Operación Puerto', había sacado a la luz los tétricos negocios de Manolo Saiz, director deportivo del conjunto ciclista Liberty Seguros, y de varios médicos para mejorar descaradamente el rendimiento de los corredores. Productos dopantes de nombres inverosímiles, sangre congelada, transfusiones y, sobre todo, dinero, la mierda que siempre acaba por joderlo todo, por aniquilar la dignidad de las personas y por convertir a cualquier ser humano en un sucio y vulgar traficante.

Para mí, que había digerido ya con dificultad el ‘Caso Festina’ y que había soportado con dolor las ‘verdades de Manzano’, este nuevo golpe supone el mazazo casi definitivo, la pérdida de la esperanza en que el ciclismo sea un deporte limpio.

Hoy, me duele el silencio de los ciclistas al conocer la noticia, su incapacidad de revelarse contra todo lo que está pasando, su miedo a dar la cara y denunciar a los medicuchos que les utilizan para experimentar sus retorcidos conocimientos, a los directores deportivos a los que sólo les preocupa la gloria que pueden alcanzar y la cantidad de dinero que pueden amasar y a los tiranos espectadores que sólo les prestan atención cuando suben 4 puertos imposibles en medio de un calor sofocante.

Pero los ciclistas son sólo los integrantes de un circo cada vez más patético y repulsivo. Sí, son capaces de subir El Angliru, de cruzar los Alpes de punta a punta, de volar a más de 50 kilometros por hora, sí, pero ya nadie cree que lo hacen sólo gracias a un duro entrenamiento y a una meticulosa preparación, ahora, todos, desde el forofo hasta el simple espectador ocasional, absolutamente todos, piensan que el ciclista no está limpio, que toma algo, que es un dopado, un tramposo.

Siempre he defendido a los corredores y he creído que, aunque cada vez había más tramposos, todavía quedaban deportistas incapaces de sucumbir al doping y de poner su salud en peligro por la pequeñez de cruzar una raya antes que nadie. Hoy, apenas mantengo un poco de fe.

Este fin de semana volveré a mi cuarto de Segovia y de nuevo miraré de frente el único póster que queda. Allí seguirá Perico en pleno esfuerzo, pero volveré a sentir la misma duda que en 1988 y de nuevo volverán a resquebrajarse mis convicciones… Quiero creer en todo lo que representa, pero ya no sé si puedo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Pues la verdad que es bastante triste todo lo que está pasando, yo que la verdad, no soy aficionada al deporte, si que creo que solo vemos en el deporte y en general en todo la punta del iceberg, pero siempre hay mas detrás. En política, en las grande multinacionales, en el deporte, todo lo que mueve dinero, mucho dinero... ya sabemos que....

Jc, cuando te pases por mi blog dime si se ve bien, que ayer lo estuve toqueteando, y dicen que no se ve bien. Creo que ya lo he arreglado, pero no estoy segura, porque cuando todos lo veían mal yo lo veía bien.