30 mayo 2006

'Un lunes lunísimo'

Un peculiar profesor que tuve en los ya lejanos tiempos de COU nos sorprendía cada día con una palabra o expresión que nos servía a nosotros, adolescentes con ganas de reírse hasta por el simple paso de una mosca, como una excelente excusa para bromear y pasar el mayor tiempo posible sin atender a sus, por otra parte, sorprendentes explicaciones sobre historia del arte.

Ayer me acorde de una de esas expresiones: “Hoy es un lunes lunísimo”. Esa frase nos la soltó una buena mañana en la que ni él tenía ganas de pisar el aula y esa misma expresión me la repetí yo mismo varias veces en un lunes como el de ayer en el que la rutina semanal me pareció un lastre insoportable.

Lunes

Más que por el hecho de levantarme pronto o por el ruido y el humo que destila ya Madrid desde primeras horas o por la cada vez más costosa carga de compartir piso, lo que acabó por rematarme fue el trabajo.

Mi trayectoria laboral no ha sido precisamente brillante. Muchas medios de comunicación distintos, exceso de horas trabajadas, sueldos miserables, falta de libertad, escaso reconocimiento (nada que mi amigo Faro no sepa)… Ahora, que tras muchos botes y rebotes he acabado en un Departamento de Comunicación mi situación ha mejorado o no, según se mire. Por un lado, me reconforta tener horarios que se cumplen y días libres de verdad, pero, por otro, una pequeña sensación de hastío y aburrimiento me va quemando poco a poco por dentro.

Aquí hay que decir que la empresa lo hace todo bien, repetir hasta la saciedad los éxitos y olvidar los fracasos, engordar las cifras positivas y rebajar las negativas, difundir constantemente las virtudes de los directivos… en fin, escribir una y otra vez lo mismo sobre lo mismo.

Ayer, esta rueda, me aplastó con más fuerza que otros días y por un momento me dieron ganas de mandarles a la mierda, de decirles que para mí, que supuro rojo por los cuatro costados, hablar bien de una confederación de empresarios me revuelve el estomago y añoré, quien me lo iba a decir, esos días de explotación en los que, al menos, me sentía periodista de verdad.

Sin embargo, con el paso de las horas esa sensación se fue apaciguando. Supongo que seguirá siempre dentro de mí, pero tal y como están las cosas debo ser lo suficientemente inteligente como para mantener dormida a la bestia que llevo dentro, porque dejar este trabajo aburrido y de escaso salario sólo me asegura un puesto en las listas del INEM y, de verdad, que a esa empresa prefiero no volver.

E igual que pasan todos los días, también terminó ese ‘lunes lunísimo’ en el que los cables de mi cabeza se cruzaron sin una razón aparente, pero que me sirvió para comprobar que, aunque me he domesticado bastante, dentro de mí aún late ese espíritu combativo que es, al fin y al cabo, el que nos permite seguir, como diría Javi Grasa, buscando el mundo feliz.

PD Futbolero- Ayer se sortearon los encuentros del play off de ascenso a Segunda División B y a mi querida Gimnástica Segoviana le tocó en esta primera ronda el Getafe B. A por ellos!!

25 mayo 2006

El último póster

En mi cuarto de Segovia, en el de toda la vida, sólo queda un póster. Tiempo atrás hubo otros que mostraban la belleza de mi ciudad, los colores de mi equipo de fútbol favorito o el atractivo de la actriz de turno, pero ahora, que ya me calzo casi 30 tacos, en mi habitación sólo uno ha sobrevivido a eso que llaman madurez. En él aparece un ciclista en pleno esfuerzo, un hombre que trepa por una carretera descarnada en busca de la cima del puerto, un deportista que exprime su cuerpo para demostrar que el ser humano es capaz de superar cualquier barrera…

Pedro Delgado ha sido el único ídolo que he tenido en mi vida. Es segoviano y más que por sus victorias en el Tour o en la Vuelta me conquistó por su manera de conseguirlas. Ganaba, sí, pero siempre mantenía intacta su condición de ser humano y eso le hacía especial. Era un genio despistado, un deportista atípico, un ciclista capaz de perderse por las calles de Luxemburgo antes de dar comienzo el Tour o de lanzar un ataque cuando parecía que se iba a descolgar del grupo de favoritos. Así era Perico, imprevisible.

Perico

Recuerdo que en el Tour de 1988, el que ganó, descubrí por primera vez el significado de la palabra dopaje. Un error de los laboratorios franceses levantó una sospechosa duda sobre su rendimiento y le acusó de tomar una sustancia dopante para mejorar su rendimiento. La posterior investigación demostró la inocencia de Delgado, pero dejó para siempre una sombra en la brillante victoria del segoviano. En aquel momento creí ciegamente en la inocencia de Perico y me convencí a mi mismo de que sólo se dopaban los tramposos, los que no podían alcanzar la victoria por sus propios medios. Tenía entonces once años y sentí, aunque tímidamente, como se tambaleaban algunas de mis creencias.

Ayer, cuando me levanté, la radio puso contra las cuerdas muchos de mis ideales de juventud. Una actuación de la Guardia Civil, denominada ‘Operación Puerto', había sacado a la luz los tétricos negocios de Manolo Saiz, director deportivo del conjunto ciclista Liberty Seguros, y de varios médicos para mejorar descaradamente el rendimiento de los corredores. Productos dopantes de nombres inverosímiles, sangre congelada, transfusiones y, sobre todo, dinero, la mierda que siempre acaba por joderlo todo, por aniquilar la dignidad de las personas y por convertir a cualquier ser humano en un sucio y vulgar traficante.

Para mí, que había digerido ya con dificultad el ‘Caso Festina’ y que había soportado con dolor las ‘verdades de Manzano’, este nuevo golpe supone el mazazo casi definitivo, la pérdida de la esperanza en que el ciclismo sea un deporte limpio.

Hoy, me duele el silencio de los ciclistas al conocer la noticia, su incapacidad de revelarse contra todo lo que está pasando, su miedo a dar la cara y denunciar a los medicuchos que les utilizan para experimentar sus retorcidos conocimientos, a los directores deportivos a los que sólo les preocupa la gloria que pueden alcanzar y la cantidad de dinero que pueden amasar y a los tiranos espectadores que sólo les prestan atención cuando suben 4 puertos imposibles en medio de un calor sofocante.

Pero los ciclistas son sólo los integrantes de un circo cada vez más patético y repulsivo. Sí, son capaces de subir El Angliru, de cruzar los Alpes de punta a punta, de volar a más de 50 kilometros por hora, sí, pero ya nadie cree que lo hacen sólo gracias a un duro entrenamiento y a una meticulosa preparación, ahora, todos, desde el forofo hasta el simple espectador ocasional, absolutamente todos, piensan que el ciclista no está limpio, que toma algo, que es un dopado, un tramposo.

Siempre he defendido a los corredores y he creído que, aunque cada vez había más tramposos, todavía quedaban deportistas incapaces de sucumbir al doping y de poner su salud en peligro por la pequeñez de cruzar una raya antes que nadie. Hoy, apenas mantengo un poco de fe.

Este fin de semana volveré a mi cuarto de Segovia y de nuevo miraré de frente el único póster que queda. Allí seguirá Perico en pleno esfuerzo, pero volveré a sentir la misma duda que en 1988 y de nuevo volverán a resquebrajarse mis convicciones… Quiero creer en todo lo que representa, pero ya no sé si puedo.

22 mayo 2006

Fútbol es fútbol

Este domingo me subí a la báscula de mi casa y comprobé que en poco más de dos horas había perdido dos kilos de peso. Me preocupé, porque ya soy lo suficientemente delgado como para andar con tonterías, pero mientras pensaba en que durante esta semana me iba a pegar unos buenos homenajes esbocé una sonrisa por el significado de esos dos kilos perdidos. Ahora les explico.

El pasado año por estas fechas una idea comenzó a rondarme la cabeza: montar un equipo de fútbol para jugar en la Liga de Aficionados de Segovia. Como suele ocurrir, la idea tardó mucho en materializarse y pasó por varios momentos en los que parecía inviable. Sin embargo, con el apoyo de Pablo y David (los otros dos grandes culpables), logramos hacer realidad este proyecto. Conseguimos un campo (por llamarlo de alguna manera), una equipación y el número de jugadores suficiente para inscribirnos.

El paso de los partidos fue corroborando lo que ya imaginábamos. La mayoría casi no nos conocíamos y bastante teníamos con recordar el nombre del compañero al que querías pasarle el balón. Si a eso le sumamos nuestra escasa calidad, la inexistente preparación física y una buena dosis de miedo a unos rivales que por momentos parecían equipos de Primera División, el resultado no podía ser otro que el de la derrota constante.

Al mismo y vertiginoso ritmo de crecimiento de nuestra cifra de goles encajados, también crecía dentro del equipo una sensación de unidad y compañerismo difícil de creer. No sé el motivo, pero lo cierto es que todos nos caímos bien desde el principio y cada jornada esa sensación aumentaba al margen de lo que hubiera ocurrido en el campo.

Ayer, 21 de mayo, la Liga de Aficionados llegó a su fin. Nuestro equipo se despidió de la temporada con una nueva derrota, jugando con sólo nueve jugadores (entre lesionados y currantes, sólo pudimos juntarnos nueve…) ante el Campeón de Liga, y sin poder sumar ni un solo punto más a los cinco con los que cerrará la clasificación de la campaña 2005/2006. Pero el resultado, una vez más, no era lo importante, lo que todos recordaremos fue el esfuerzo que hicimos para caer con dignidad en el último partido de Liga y las risas que nos echamos mientras nos tomábamos las tradicionales cañas de después de los partidos.

Y ahora vuelvo al principio… Durante la semana pasada, una gastroenteritis me tuvo en jaque y me fue limitando mis ya reducidas fuerzas. Al partido del domingo llegué con las pilas muy justitas y con la idea de jugar unos pocos minutos. Sin embargo, la falta de gente provocó que tuviera que disputar los 90 minutos… Hubo momentos en los que lo pasé realmente mal, ya no sólo por la falta de fuerzas y por el temblequeo de mis piernas, sino por la frustración que suponía no poder ayudar un poco más al resto de mis compañeros que corrían sin parar… Cuando llegué a casa y me subí en la báscula comprobé que el esfuerzo me había costado dos kilos. Y aunque parezca mentira sonreí al comprobar que el precio que había pagado no era excesivo, es más, yo diría que era hasta ridículo, porque en esta sociedad en la que vivimos en la que abundan los ‘HP’, los interesados, los falsos, los arrogantes…conocer de pronto a más de 15 buenas personas es como para sentirse afortunado.

17 mayo 2006

'Con la música a esta parte' - Semana 5

** Sección vigilada por la SGAE :s


Nuevos tiempos

Autor: La Habitación Roja
Álbum: 'Nuevos tiempos'
Una canción: 'Nunca ganaremos el Mundial'
Una frase: "Porque esta vez no es como las demás, lo supe cuando me abrazaste...", de 'Nuevos tiempos'. Seguramente, habrá mejores frases en el disco, pero esta para mí tiene un significado especial.

El motivo: Recuerdo que me compre el primer disco de La Habitación Roja porque me pareció barato y porque había oído hablar bien de ellos varias veces. Tras escuchar '4' comprendí que el talento es inversamente proporcional al precio de los cd´s y desde ese momento me convertí en un seguidor fiel de esta banda valenciana que engancha por sus letras cargadas de realismo, por un sonido que abarca desde la melodía más sutil hasta la distorsión más exagerada y por la inclasificable voz de Jorge Martí. Sus temas evocan nostalgia y tiempos pasados, ahondan en la fugacidad del tiempo y de la vida y se recrean en la amarga, pero vital sensación del amor no correspondido (aunque no es de este cd, esta canción 'Dices que no', es sin duda el mejor ejemplo).

**Echando un vistazo a las visitas que había recibido el blog, comprobé que tenía una de la Sociedad General de Autores... Espero que recomendar cds no sea fomentar la piratería, Qué miedo!! Ahhh y prometo que yo tengo todos estos cds, pero originales, eh ;P

14 mayo 2006

La salud es lo que cuenta...

Siempre que me pongo enfermo me doy cuenta de lo poco que valoramos la salud, de lo que nos cuesta disfrutar de los momentos en los que, simplemente, no nos duele nada y podemos enfrentarnos a la vida en plenas condiciones físicas. Ahora, mientras trato de recuperarme de una molestísima gastroenteritis, envidió a los que durante estos días, en los que yo apenas he recorrido la distancia que separa la cama del baño, han podido cumplir con su rutina diaria con la más absoluta normalidad. Y por eso hago proposito de enmienda para que, cuando vuelva a la normalidad, sea capaz, precisamente de eso, de apreciar lo importante que es encontrarse bien.

Este inoportuno contratiempo ha provocado que esta semana esté terminando mucho peor de lo que esperaba, porque como ya comenté en el anterior post, me esperaban cuatro días organizando un congreso y soportando las gracias y manias de jefes y congresistas...

DÍA 1- Madrugón para coger un vuelo Madrid-Oviedo y para descubrir que los aviones cada vez me gustan menos. No sé, por mucho que me digan que es el medio de transporte más seguro yo no puedo evitar sentir un incomodo cosquilleo cuando noto que las ruedas se despegan del suelo... Por fortuna, me quedé dormido en el corto recorrido y pasé la primera prueba del largo fin de semana casi sin inmutarme.

Este primer día, el de los preparativos, se consumió también con rapidez. Mucho trabajo, mucho ir y venir, muchas órdenes, pero pocas malas caras y un ambiente más acogedor del que esperaba. Tanto es así que al concluir la jornada, los cinco integrantes del equipo técnico decidimos ir a cenar para celebrar que habíamos comenzado con buen pie. Y allí comenzó mi tortura...

comida_sana

DÍA 2- Al levantarme nada hacía presagiar que apenas 3 horas después iba a estar semidesnudo en la cama de un hospital. Pero así fue, a las 12 de la mañana, los efectos de algún alimento en mal estado de la cena comenzaron a apoderarse de mi estomago y en cuestión de minutos los dolores se hicieron tan intensos y mi cara se puso tan pálida que un compañero me acompañó al Hospital Central, donde pude comprobar que el que sale en la tele nada tiene que ver con la realidad, que allí no hay ningún Vilches ni, por desgracia, ninguna Laura ;P y que o estás muy mal o te tocará esperar mucho, pero mucho, hasta que algún médico se digne a atenderte.

Para empezar, te piden miles de datos, después te ve alguien, no sé si era un médico porque lo único que hizo fue meterme un extraño objeto en la oreja para medirme la temperatura y decir "vaya alguien se ha llevado el aparato de tomar la tensión, así que bueno toma este papel y sigue la línea verde". Al final de ella, aparece otro mostrador y otra sala de espera atestada de gente que tiene que compartir un pequeño baño al que yo debo acudir con asiduidad... De repente, una de las enfermeras me vio apoyado contra la pared y mi mala cara debía de ser tan evidente que me dijo: "uy, pues va a ser que si estás mal porque te estas quedando blanco y parece que te vas a desmayar". Por fortuna me tumbaron en una camilla y me trasladaron a una pequeña sala en la que en un estado casi inconsciente me dejé quitar la ropa y poner un camisón que apenas me tapaba... Allí comenzó una nueva espera que me obligó a pasearme medio desnudo por delante de otros pacientes cada vez que necesitaba ir al baño... En fin, patético. Cinco horas después me mandaron para casa tras darme un calmante y casi no haberme hecho ni caso mientras me retorcía de dolor. Qué viva la sanidad pública!!

Y tras el día llegó la noche. Una noche infernal en la solitaria habitación de un hotel entre retortigones, visitas al baño, latas de Aquarius y ni un sólo minuto de sueño...

DÍA 3- Pero la fortuna vino a visitarme por la mañana. Un amigo de mis padres, casualmente, se encontraba en Oviedo por motivos laborales y regresaba a Segovia en coche y gracias a la siempre eficaz e impagable labor de mi madre a las 14:30 del sábado ya descansaba en mi cama.

Y hoy, mientras trato de recuperarme comiendo arroz blanco y manzanas, pienso en que las abuelas siempre tienen razón cuando dicen eso de: "Lo más importante es tener salud"...así que de verdad, SALUD PARA TODOS!!

08 mayo 2006

Sin tiempo ni para respirar

Hay momentos en los que a la vida, no sé el motivo, le da por pisar el acelerador y las agujas del reloj pasan a una velocidad de vértigo. Los acontecimientos, los días, las horas... se suceden sin apenas tiempo para asimilar lo que ocurre y cuando te quieres dar cuenta descubres que casi no has podido disfrutar de ellas. Y en esa especie de vorágine imparable me encuentro metido yo en estos momentos.

La empresa en la que trabajo organiza cada año un congreso nacional en el que participan algunas personalidades, pocas, y muchos que creen ser algo que no son. De repente, lo que es un trabajo tranquilo se transforma en un agobio constante que acaba por crispar los ánimos de la oficina y por sacar ese monstruo que llevamos dentro.

Pero lo peor no es que el nivel de exigencia aumente, lo malo es que ansías tanto el tiempo libre que cuando llega lo exprimes con tal deseo que se esfuma en un abrir y cerrar de ojos. Y eso es lo que me ha pasado este fin de semana. Esta mañana me he sentado delante del ordenador del trabajo y he sentido que no me había movido de ese sitio en siglos y que el sábado y el domingo, simplemente, no habían existido. Por fortuna, las secuelas de otro intenso partido de fútbol del KM(perdimos 1-0 pero dimos otra lección de pundonor...y acusamos, por supuesto, la baja de Faro) me recuerdan que, al menos, parece ser que hice algo durante esos dos días libres.

Ahora cuando miro a lo que me queda por delante, me siento como el sprinter que debe afrontar la subida al Angliru sabiendo que no le queda otra que sufrir, que no habrá gloria para él en la cima, que bastantante tiene con llegar y que debe dar gracias por acabar la etapa sin poner pie a tierra. Esta semana a la que me enfrento concluirá el sábado a altas horas de la madrugada y no porque me vaya de juerga, no, más bien porque tendré que fingir sonrisas en la casposa cena de gala del dichoso congreso hasta que mis jefes decidan poner punto y final a sus días de gloria.

Y como dudo que de aquí al próximo lunes pueda volver a actualizar el blog aprovecho estas líneas para desahogarme y avituallarme, que no quiero que me de una pájara, y quien sabe, igual cuando el próximo domingo me despierte una vez concluido el Congreso pueda sentirme como Robbie McEwen, un sprinter con los arrestos necesarios para subir el Angliru y cruzar la línea de meta haciendo un caballito.

mcewen

03 mayo 2006

El dulce sabor de la victoria

El lunes llegó la primera victoria de ese gran equipo llamado KM. Sí, en una Liga de Aficionados y, sí, en un partido en el que el rival no estaba precisamente en plenas facultades…pero llegó y eso, tras casi 30 jornadas de torneo y muchos sinsabores, era lo importante. Y yo pensaba dedicarle un pedazo de mi blog a este singular triunfo de un grupo de amigos que intentan ser futbolistas y que, aunque no lo consiguen, siempre mantienen una sonrisa que no se borra de sus caras ni tras perder 13-2 o 11-1… Y eso, aunque no lo crean, tiene su mérito.

Sin embargo, antes de ponerme a teclear decidí dar una vuelta por mi bitácora favorita ‘Faro de Estrapía’ y allí, Faro, componente del insigne KMy autor de uno de los goles de ese histórico primer triunfo, ya había contado los pormenores de la victoria. En su post, además, se “atrevía” a recordar viejos tiempos y a contar los inicios de una entrañable relación entre dos amigos. Y mientras leía y sonreía, decidí que esta página de mi diario se iba a dedicar a un triunfo aún más grande que la primera victoria del KM.

Verano de 2003. Mi vida era un torbellino digno del gran inmaduro que era. Laboralmente, apuraba mis últimas semanas en un trabajo que pudo ser mucho y se quedó en nada y, personalmente, mi corazón era una gran tormenta emocional en la que lo único claro es que nada estaba claro. Fue entonces, en aquel momento de inestabilidad, cuando conocí a una de esas personas que te enganchan a primera vista y que con el paso del tiempo se convierten en indispensables aunque estén lejos o apenas puedas verlas.

De Faro, nada más conocerle, me sorprendió su voz y su aparente timidez. Y sí, tengo que reconocer que me cayó bien desde el principio. Me pareció eso que todos conocemos por ‘buena gente’. Y desde luego no me equivoqué. Con el paso de los días comprobé que aquel chico tímido tenía todas las condiciones necesarias para llegar lejos. Además de su voz, destacaba de él su intachable actitud, su predisposición, su valentía y su capacidad para reconocer sus errores y para dejarse enseñar sin sentirse infravalorado. Si a todo ello sumamos que había algo en él que me recordaba a mí con seis años menos, pues entonces quizá se pueda entender que me empeñé en que Faro se sentase delante del micro casi a diario para que perdiese el miedo y sacase a flote todo el potencial que llevaba dentro.

Así, de forma natural, entre magazines, informativos, charlas sobre fútbol y mujeres, algunas recomendaciones musicales… fue creciendo una relación que traspaso el ámbito profesional para convertirse en el principio de una buena amistad. Justo entonces, mi jefe decidió darme un portazo en las narices. No sólo no aceptó mis condiciones de renovación sino que me obligó a irme antes de tiempo sin darme la posibilidad de despedirme de mis compañeros de trabajo y de los que desinteresadamente habían colaborado en aquel proyecto. Las causas son ya parte del pasado y prefiero ni recordarlas, pero cuando mi rabia alcanzaba su mayor grado recibí este mensaje de texto en el móvil que aún conservo y conservaré:

“Nos quedamos decepcionados y chafados. Nadie lo entiende. Por nuestra parte ha sido un placer trabajar y aprender contigo. Suerte”

El mensaje lo firmaba Faro. Ya no recuerdo si se lo agradecí como debí hacerlo, pero sé que se lo sigo agradeciendo cada vez que vuelvo a leerlo. Fue uno de los mensajes más sinceros y entrañables que he recibido en mi vida.

Un año y medio después, cuando nuestra relación se reducía a algunos sms esporádicos por culpa del tiempo y la distancia, un nuevo proyecto profesional volvió a unirnos. Largas charlas en las que el ciclismo era la excusa perfecta para tomarnos una coca-cola e intentar comprender a las mujeres que nos traían de cabeza o para analizar la última jornada del Grupo VIII de Tercera División o para empezar a hablar de lo que sería el KM nos acercaron de nuevo... Yo, por aquel entonces, atravesaba, sin duda el peor momento de mi vida y aquellos encuentros semanales me servían para olvidar mis problemas y tomar un poco de aire para afrontar el día a día.

De repente, un golpe de suerte me puso delante a la mujer de mi vida y el color negro empezó a aclararse. Además, el proyecto en el que nos habíamos embarcado Faro y yo se cerró con éxito y a él le salió un curro decente en su tierra y a mí otro bastante digno en un lugar de La Mancha… Este despegue coincidió, sin embargo, con un duro momento para Faro. Sé que no soy unos de sus amigos de toda la vida y que en instantes como ése nada sirve de consuelo, pero al conocer la noticia algo se me apagó dentro del corazón y deseé que aquellas charlas semanales no hubieran terminado para haberle podido devolver el apoyo y el ánimo que él siempre me había brindado.

Y entonces, mientras Faro recuperaba el aliento con una entereza encomiable, surgió ese pseudo equipo de fútbol llamado KM. Otra vez juntos, pero esta vez con un balón como excusa. Y el destino, que no siempre es tan cabrón como parece, quiso que la primera victoria llegara tras decenas de derrotas y cientos de goles encajados un 1 de mayo de 2006; un día que Faro y yo compartíamos fatigas sobre el campo y, encima, con un gol suyo. Aunque nos costó creer que aquel intento de control había acabado en gol, creo que fui el primero en lanzarme sobre él a celebrarlo...


Cena
Cenando con el Komando

Al día siguiente (ayer) me senté delante del ordenador con la intención de contar nuestra proeza en el diario del hombre perplejo que soy, pero antes de hacerlo me di una vuelta por Faro de Estrapía para inspirarme. Al leer su última actualización, se me saltaron las lágrimas (sensible que es uno) y comprendí que había una victoria más importante que debía contar, la del partido que comenzó a jugarse en aquel verano de 2003, la de un encuentro que aún no ha terminado ni terminará pero en el que el marcador es ya inamovible. El Nº14 ha vuelto a ganar y esta vez por goleada. Faro tiene la culpa.