17 agosto 2007

Historias de un globero II: El pinchazo

Se produce por sorpresa, aunque en ocasiones se intuye su inminente llegada. Puede provocarlo una piedra, un clavo, un cristal o un simple cardo… Sea como sea, cuando el aire se va no queda más remedio que detenerse, echarse a un lado y reparar el dichoso pinchazo.

El de ayer fue de los esperados, de los que dependen en gran medida de la suerte. Quedaban 200 metros para salir de esa pista repleta de piedras en la que costaba mantener la verticalidad y apenas un par de segundos antes por mi cabeza había pasado un mensaje optimista: “Ya no queda nada. Si salgo de este tramo sin pinchar, podré disfrutar de lo que queda de bajada”. Entonces, la rueda trasera pasó por encima de la enésima piedra, y en vez de absorber el impacto, el filo cortante del maldito canto se hizo hueco entre los tacos de la cubierta y acabó por provocar lo que los ciclistas llamamos ‘mordisco’, un pinchazo doble que más parece causado por un par de colmillos que por un simple pedrusco.




Cuando frené en medio de aquella riada de piedras sueltas me dio por sonreír. A la vuelta de la siguiente curva, aquel maldito camino se transformaba en una pista forestal asfaltada durante el pasado invierno para facilitar el transporte de troncos y los pedruscos desaparecían por completo. Caminé hasta ese cruce con la bici al hombro por miedo a pinchar también la rueda delantera y allí, ‘a la sombra de los pinos’ reparé el pinchazo.

Me lo tomé con calma, a J. (mi acompañante en esa ruta) le dio tiempo a alcanzarme, a detenerse junto a mí y a comer tranquilamente su arsenal de barritas energéticas. Mientras él recuperaba fuerzas, yo me desesperaba dando aire a la rueda con una pequeña bomba.

De nuevo sobre la bici, la espectacular bajada que me quedaba por delante se convirtió casi en un trámite. No la disfruté como debía ante la posibilidad de un nuevo pinchazo y cuando quise reaccionar, ya se había terminado…

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo soy de la idea de que uno no debe pensar que algo va a ocurrir pues eso efectivamente atrae la desgracia. Mi superstición es que si pienso "Ojalá el tráfico siga fluyendo tan bien como hasta ahora... zas... en ese momento se para el asunto. Lo mismo se aplica a llantas ponchadas y perdida de teléfonos celulares. Te mando un saludo.

Anónimo dijo...

Murphy siempre acierta.

Anónimo dijo...

Hola JC, me hizo mucha ilusión ver tu comentario... ya estoy por aqui. Un beso

Tamaruca dijo...

¡Qué rabia!

Niña dijo...

Vaya!! siento que el pinchazo no te dejara acabar de disfrutar de tu salida en bici!!!.

Ánimo

JC77 dijo...

Hola a todos!!

He estado unos días sin internet y ya tengo mono. Mañana prometo darme una vuelta por la blogosfera que ya es hora de irse a dormir!!

Muchas gracias por vuestros comentarios!!

Bienvenida de nuevo Aiyana!!

Ali dijo...

Jo! Los pinchazos son una verdadera lata. Una vez nos pasó que pinchamos cerca de un pueblo de la sierra madrileña y al ir a hinchar la rueda se nos partió la bomba! Preguntamos en 20 casas del pueblo y no tenían ni bomba ni compresor ni niño que supiera qué era eso con lo que al final hubo que volver a por el coche haciendo autostop!

Si, ya sé, parezco la abuela cebolleta, jeje ;)

JC77 dijo...

Hola ali.

No te preocupes, yo he tenido que volver a casa a patita en más de una ocasión por culpa de los pinchazos...

Bueno, estas cosas también hacen grande a este deporte, jejeje