“Te imaginé en un avión, en un avión
Borracha de ingravidez, de ingravidez”
El estribillo se me quedó grabado a fuego. Un par de frases sugerentes y un ritmo sencillo y atractivo. Niños mutantes se hicieron un hueco en mi cerebro y me sirvieron de banda sonora para un fin de semana cargado de reflexiones.
Y es que aquel comentario de viernes noche me hizo dudar. No lo recuerdo al pie de la letra pero sonó a burla. Al parecer les hacía mucha gracia que la gente tuviera un blog. Y las veía allí, como descojonándose pero sin el como, tan seguras de si mismas y con esa mirada de superioridad que tanto me repatea.
Y entonces saltaron las alarmas. El cerebro recogió el mensaje y lo envió directamente al lugar donde van los pensamientos que te quitan el sueño: tal vez debería dejar de cuestionarme tanto las cosas, de buscar explicaciones a todo, de soñar con utopías, de ser un hombre perplejo...y cerrar el blog y dedicarme a vivir sin más, sin indagar en mi interior y en lo que me rodea.
“Te imaginé en un avión, en un avión
Borracha de ingravidez, de ingravidez”
Y la duda se acrecentó el sábado con una pregunta que me martilleaba la cabeza mientras pasaba las hojas de un interminable taco de apuntes: ¿Quién me mandó a mi meterme a estudiar otra carrera con lo bien que estaría yo tocándome las narices?
Y para rematar el asunto apareció esa película, Los crímenes de Oxford, y esa idea de que la única verdad de la vida es que todo es mentira. Y otra vez mi cerebro tomando apuntes, queriendo interpretarlo todo, sacando punta, tratando de convencerme de que para dos días que vamos a estar en este mundo inventado mejor es no preocuparse de nada.
“Te imaginé en un avión, en un avión
Borracha de ingravidez, de ingravidez”
Y el estribillo seguía sonando sin parar, sacándome una sonrisa cada vez que lo canturreaba casi por casualidad. El dilema parece resuelto. Aquí sigo.
Borracha de ingravidez, de ingravidez”
El estribillo se me quedó grabado a fuego. Un par de frases sugerentes y un ritmo sencillo y atractivo. Niños mutantes se hicieron un hueco en mi cerebro y me sirvieron de banda sonora para un fin de semana cargado de reflexiones.
Y es que aquel comentario de viernes noche me hizo dudar. No lo recuerdo al pie de la letra pero sonó a burla. Al parecer les hacía mucha gracia que la gente tuviera un blog. Y las veía allí, como descojonándose pero sin el como, tan seguras de si mismas y con esa mirada de superioridad que tanto me repatea.
Y entonces saltaron las alarmas. El cerebro recogió el mensaje y lo envió directamente al lugar donde van los pensamientos que te quitan el sueño: tal vez debería dejar de cuestionarme tanto las cosas, de buscar explicaciones a todo, de soñar con utopías, de ser un hombre perplejo...y cerrar el blog y dedicarme a vivir sin más, sin indagar en mi interior y en lo que me rodea.
“Te imaginé en un avión, en un avión
Borracha de ingravidez, de ingravidez”
Y la duda se acrecentó el sábado con una pregunta que me martilleaba la cabeza mientras pasaba las hojas de un interminable taco de apuntes: ¿Quién me mandó a mi meterme a estudiar otra carrera con lo bien que estaría yo tocándome las narices?
Y para rematar el asunto apareció esa película, Los crímenes de Oxford, y esa idea de que la única verdad de la vida es que todo es mentira. Y otra vez mi cerebro tomando apuntes, queriendo interpretarlo todo, sacando punta, tratando de convencerme de que para dos días que vamos a estar en este mundo inventado mejor es no preocuparse de nada.
“Te imaginé en un avión, en un avión
Borracha de ingravidez, de ingravidez”
Y el estribillo seguía sonando sin parar, sacándome una sonrisa cada vez que lo canturreaba casi por casualidad. El dilema parece resuelto. Aquí sigo.
(La canción que me acompañó durante el fin de semana pertenece a un single y no tiene video, así que como me apetecía hacer un hueco a este grupo que me tiene atrapado incluyo el de otro tema que merece la pena).
Niños mutantes - Ítaca
Niños mutantes - Ítaca