11 septiembre 2007

Estados de ánimo

Alegría y tristeza. Dos estados de ánimo contrapuestos. Dos palabras tan aparentemente distintas, pero tan cercanas en la vida diaria. En apenas unas horas las lágrimas más amargas se transforman en risas incontroladas. El ser humano se adapta al ritmo que marca el destino y asume sus consecuencias. No queda otra.

El sonido sordo de las campanas, marcando una hora indeterminada entre las 11 y las 12, alimenta el desasosiego. El calor aún sofocante de septiembre se mezcla con las tenues voces de quienes esperan el inicio del funeral. La mayoría esconde su dolor debajo de una tranquilidad irreal. La normalidad es sólo aparente. Los parpados hinchados, los abrazos y las condolencias no dejan lugar a las dudas: la ceremonia de la muerte está a punto de comenzar.

A., con su inmenso corazón a flor de piel, aguanta apenas un par de segundos sin soltar una lágrima. Después alguien le da el pésame y sus ojos vuelven a llorar. Se ha ido su abuelo. Una muesca más para un corazón que en apenas año y medio ha tenido que soportar tres muertes de personas cercanas.

La plaza del coqueto pueblo gaditano se va llenando de gente. A los familiares y amigos se suman un buen número de simples vecinos que quieren despedir a un hombre que llegó a ser alcalde de la localidad. Y desde un segundo plano, empequeñecido por mi propia timidez, observo lo que ocurre sin saber muy bien qué hacer. Apenas soy todavía un aspirante a familiar y es la primera vez que piso ese pueblo de casas blancas.

Durante 90 minutos el dolor marca las caras de la mayoría de los presentes. La ‘cultura de la muerte’ impone su ritmo. Palabras vacías, flores empalagosas y una ceremonia religiosa que retuerce y estira ese dolor hasta el límite de lo tolerable. Tengo un nudo en el estomago y la cara pálida. Los cementerios me anulan…

Unas cuantas horas después A. y yo entramos en una vieja nave reconvertida en un gran salón para celebraciones. Al abrir una pequeña puerta, una guapa novia nos mira y exclama con una sonrisa: -¡Os ha dado tiempo a llegar! Y acto seguido se lanza a por nosotros para agradecernos de corazón el esfuerzo para estar a su lado en un día tan especial. Poco a poco, el calor de la noche, las palabras de ánimo, el apoyo y la solidaridad de los amigos provocan que A. aparque su dolor en un rincón de su corazón. Vuelve a sonreír y esta vez sin esfuerzo. Cuando vuelva a estar sola aún derramará muchas lágrimas al recordar a su abuelo, pero durante la madrugada recupera esa mirada tan especial.

Otra vez vuelvo a situarme en un papel secundario. Allí también me siento un poco superado por la situación, pero el maldito nudo del estomago se ha deshecho al comprobar que A. ha recuperado la alegría.


Así es la vida. Una sucesión de estados de ánimo. Ahora arriba, dentro de un segundo abajo.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

Por regla general nunca sabemos que decir o como actuar en los funerales y entierros; yo evito decir el "lo siento mucho", ya que una vez recibí la respuesta de "pues imaginate cuanto más lo siento yo". Lo mejor que puedes hacer por A, es pedirle que te cuente anecdotas de su abuelo... Recuerdo a todos los que acudieron al funeral de mi padre, pero de quién guardo un calido recuerdo (al igual que lo hacen mis hermanos y mi mama), es de un compañero de la escuela que llegó en la madrugada (algo servido de copas)cuando ya todos se habian ido,y se dedicó a contarnos chistes el resto de la noche. Tienes razón, la tristeza y la alegria van intimamente unidas.
Te mando un fuerte abrazo.

Natsuki dijo...

Primero fue mi padre, yo tenía 22, él 54. Luego mi madre, yo tenía 28, ella 50. Los dos de cáncer. Hoy tengo 30. No soy creyente, y lo que recuerdo con más angustia de ambos funerales es la panfletada brutal del cura. No es ley de vida, es la mayor putada del mundo.
Un abrazo larguísimo.

Alex dijo...

Descanse en Paz.

JC77 dijo...

Gracias a los tres por vuestros comentarios.

Lo que más me sorprende de los funerales es como todos aceptan que el dolor debe estirarse con ceremonias que sólo sirven para que los familiares sufran aún más...

Rbk dijo...

Me gustó mucho el relato (a pesar de lo triste por el abuelo de A.).
También preciosa canción (cuánto cunden los hermanos Gallagher últimamente).

Anónimo dijo...

No me había enterado. Dila a A. que lo siento mucho. :-(

Y opino como rbk: muy bien escrito el relato.

Creo que los funerales se alargan para no dar una sensación de "Se ha ido y a otra cosa". Si lloras poco la desaparición de una persona (al menos exteriormente) es como si no te hubiera importado que se fuera (lo cual no tiene por que ser cierto. Ni mucho menos).

Alegrias y penas. Sin lo uno no tendríamos lo otro. Esto es la vida. Espero que dentro de lo malo, te lo pasaras bien en la boda.

JC77 dijo...

rbk: gracias por el comentario y por el piropo ;) Y los Gallagher sieeeeeempre cunden. Son unos genios.

jqn: espero que en mi funeral la gente sonría el mayor tiempo posible recordando lo bueno que vivimos juntos... aunque entiendo que las lágrimas son a veces inevitables y hasta una buena terapia.
Gracias por los ánimos para A. Se los daré de tu parte.

Ali dijo...

Se podría decir que tuvistéis un día completo. :( Solo lamento que la primera parte fuera tan amarga.

Anónimo dijo...

Lo siento, es ley de vida.

Lo de los estados de animo es así se suceden, tenemos que tener malos para valorar lo buenos.

JC77 dijo...

Ali: desde lugo, fue un día muy completo y agotador tanto física como psicológicamente...

Aiyana: así es. Yo no lo podría haber dicho mejor...

A los dos gracias por vuestros comentarios y ánimos.